Los “determinantes sociales de la salud” son una piedra angular del bienestar humano. Este estudio arroja luces sobre el beneficio comparable para animales tan distintos como las orcas, las suricatas y varias especies de monos.
Resumen únicamente / Revisado por expertos / Estudio externo
Resumen de: Trent Davidson. Estudio original de: Snyder-Mackler, N., Burger, J.R., et. al. (2020). Publicado: 13 de abril de 2021
Tener una rica y plena vida social puede ser útil para las personas de diversas maneras. Los investigadores llevan mucho tiempo estudiando cómo nuestra vida social afecta a nuestra salud, y muchos estudios han establecido un vínculo entre las dificultades sociales y la mala salud, tanto física como mental. Cabe destacar aquí el valor subyacente: más allá de que los buenos amigos y una vida social plena promuevan la salud y la longevidad, nuestros entornos sociales ,literalmente, remodelan y reforman nuestras trayectorias de salud a largo plazo. Pero también la esencia misma de una buena salud con respecto al funcionamiento celular en nuestro día a día. Sin duda, los defensores del bienestar animal estarán familiarizados con las dificultades y el sufrimiento que padecen los animales no humanos a manos de nuestra propia especie. Sin embargo, hasta hace poco, eran escasos los trabajos que demostraban si esos mismos mecanismos sociales que afectan a la salud humana se extendían a nuestros cohabitantes no humanos, y cómo lo hacían.
Este estudio, realizado por un equipo de científicos de varias universidades, amplía este trabajo a los animales no humanos de forma novedosa y profunda. Basándose en investigaciones anteriores, muestran en primer lugar que la esperanza de vida media puede diferir en veinte años para las personas que experimentan seis grandes “experiencias adversas en la infancia” en comparación con las que no experimentan ninguna. Del mismo modo, las personas que sufren una crianza difícil tienen una vida social menos estimulante, menos recursos económicos y también presentan mayores tasas de asma, diabetes, cáncer y bronquitis, entre otros problemas. Es una noción que está bien documentada en la literatura de salud pública para los humanos.
En este estudio, los investigadores exploraron la importancia de los “determinantes sociales” para predecir el riesgo de muerte y el bienestar general de los animales. En él, un equipo de biólogos y expertos en salud aplicaron la idea de los “determinantes sociales de la salud” a los animales no humanos, demostrando claramente las ricas necesidades sociales de una variedad de animales, y mostrando en el proceso que sus necesidades sociales deben ser tomadas en serio. En concreto, descubrieron “que las medidas de integración social, el apoyo social y, en menor medida, el estatus social predicen de forma independiente la duración de la vida en al menos cuatro órdenes de mamíferos diferentes”, incluyendo varias especies de monos, ballenas orcas y delfines, e incluso ovejas cimarronas, suricatas y conejos.
Esta variedad de mamíferos sociales no humanos se beneficia enormemente de unas mejores condiciones sociales. Por ejemplo, entre las orcas, los lazos sociales más fuertes las protegen contra la mortalidad temprana, mientras que en el borrego cimarrón, el mayor tiempo que se pasa con el grupo de parientes y amigos predice una mayor tolerancia al estrés y sus riesgos de salud asociados. En general, en todos estos animales, los que tienen grupos sociales más igualitarios, amistades más estrechas y que se enfrentan a menos dificultades sociales viven más tiempo y con menos complicaciones de salud. Estas diferencias pueden observarse incluso a nivel molecular: sus cuerpos tienen niveles más bajos de hormonas del estrés, como el cortisol, y muestran menos signos de desgaste y enfermedad relacionados con la edad, como la inflamación y los niveles de “células senescentes”, es decir, tejido muerto que ocupa espacio en partes del cuerpo que de otro modo estarían sanas.
Para los defensores del bienestar de los animales, los trabajos anteriores en humanos han demostrado que los efectos fisiológicos del aislamiento se pueden sentir en las generaciones siguientes. Este trabajo extiende la misma lógica a nuestros homólogos no humanos, lo que ilustra aún más claramente la necesidad de reformar y proteger el bienestar de los animales ahora para proteger a las generaciones futuras. En lo que respecta a uno de los mantras más famosos adaptados de la biología evolutiva (es decir, “La supervivencia del más fuerte o apto”), los científicos piensan tradicionalmente en la aptitud como la capacidad de un organismo para vivir una vida lo suficientemente fructífera, como para transmitir sus genes a la siguiente generación. Por tanto, entornos sociales ricos, que protegen a la variedad de animales antes mencionada de la mala salud también sirven para aumentar la aptitud de cada individuo. Se trata de un punto sutil, pero no debe subestimarse: la capacidad física de los animales no humanos para vivir bien y producir generaciones futuras igualmente sanas y vivaces depende tan intrínsecamente de que tengan vidas sociales bien conectadas y alegres como en los humanos. Como ejemplo, uno de los hallazgos más interesantes de este trabajo es que los mamíferos salvajes con grupos sociales de edad mixta (es decir, que crecieron con y rodeados de hermanos, mentores mayores y compañeros más jóvenes también) vivieron más tiempo y con mejor salud que los que crecieron en relativo aislamiento. Las similitudes con los humanos son asombrosas y deberían hacernos reflexionar sobre nuestra consideración moral de estas complejas criaturas.
Como ya se ha mencionado, aunque el impacto del estrés en animales no humanos como los borregos cimarrones y las orcas es intergeneracional, las experiencias negativas en su primera infancia son tanto o más perjudiciales para su salud a largo plazo. Vemos el mismo fenómeno en los humanos; por ejemplo, las personas que crecen en la pobreza tienen tasas mucho más altas de asma, cáncer y enfermedades cardíacas más adelante. Aunque estas condiciones no se trasladan perfectamente a los animales no humanos, el patrón general persiste. Uno de los casos a los que recurren los autores es el de la drástica reducción de la esperanza de vida de los elefantes huérfanos que sobreviven hasta la edad adulta. En particular, estos elefantes viven vidas sustancialmente más cortas en relación con sus pares, incluso si “alcanzan” un estatus social más adelante.
Otro ejemplo indica la importancia de una vida social sana a lo largo de la vida. Los monos macacos que se encuentran en la parte baja de la escala social no sólo mueren más jóvenes, sino que también experimentan una peor salud mientras están vivos. En los machos, los monos de estatus inferior no sólo son más susceptibles a los virus, sino que también tienen una prevalencia significativamente mayor de enfermedades cardíacas, una afección por lo demás bastante infrecuente en los monos salvajes.
En última instancia, los investigadores pretenden que este estudio sea una unificación de las ciencias biológicas y de la salud, con un énfasis principal en las implicaciones para los seres humanos. La evidencia, sin embargo, es clara. Aunque esto no es una sorpresa para los defensores de los derechos de los animales, los autores aclaran científicamente una parte crucial de la lucha por mejorar el bienestar de los animales: nuestros compañeros no humanos de la Tierra son seres sensibles, complejos y, lo que es más importante, conscientes, que responden a un entorno social rico como lo haría cualquiera de nosotros. Esto debe reconocerse a mayor escala para provocar los cambios necesarios para mejorar la vida de los animales en todo el mundo. Esto es especialmente cierto si tenemos en cuenta que muchos de los animales que se “utilizan” cada año para la alimentación son criaturas muy sociales, como los cerdos, las vacas y los pollos. El hecho de que puedan sufrir masivamente es algo que debe abordarse a escala social y protegerlos de la manera en que ellos mismos no pueden.
Enlace externo: https://doi.org/10.1126/science.aax9553
Autor: Trent Davidson
Trent es estudiante de doctorado en el Departamento de Sociología de la Universidad de Colorado Boulder, donde estudia la genética social y del comportamiento y los resultados en materia de salud. Su interés por el bienestar de los animales y la sostenibilidad del medio ambiente surge de la lectura de Liberación animal de Peter Singer cuando estaba en el primer año de universidad. Esto convirtió un interés de larga data en una pasión y en algo que se esfuerza por integrar en su vida diaria. Fuera de su mundo académico, disfruta cocinando nuevas comidas, recorriendo Colorado en bicicleta, viendo el hockey y leyendo.
Cita bibliografía
Snyder-Mackler, N., Burger, J. R., Gaydosh, L., Belsky, D. W., Noppert, G. A., … Tung, J. (2020). Social determinants of health and survival in humans and other animals. Science, 368(6493), eaax9553.
Enlace al artículo original de Faunalytics: https://faunalytics.org/the-importance-of-friends-for-non-human-animals-health/